Yecla es ciudad de espíritu singular, debido principalmente a su enclave, viva imagen de la Murcia mesetaria, tierra de transición entre el litoral y las llanuras manchegas. Precedida por la fama de sus moradores, es indudable que es ciudad de gran carácter, que ha impresionado a escritores como Azorín o Pío Baroja.
Con más 7.000 hectáreas de viñedos, esta población del Altiplano murciano alberga la preciada variedad de uva Monastrell, sin duda uno de sus tesoros más codiciados del que podemos disfrutar a través de su Ruta del Vino.
La ciudad se encuentra coronada por el Castillo, restos de recinto fortificado de origen musulmán que corona desde el s. X, el llamado Cerro del Castellar y el Santuario de la Virgen del Castillo, donde se venera la imagen de la patrona de la ciudad y los yeclanos suben cada 7 de diciembre, el día de la Alborada, disparando salvas de pólvora con antiguos arcabuces.
Yecla tiene algunos monumentos poco usuales en la Región, como la Iglesia de la Purísima, con cúpula semiesférica peraltada sobre el crucero y decorada en espiral con teja vidriada azul y blanca o la Plaza Mayor, conjunto monumental renacentista y barroco en el corazón del casco viejo. También encontramos otros de gran belleza, como la Iglesia de la Asunción ó Iglesia Vieja, la Lonja o la Torre del Reloj.
Esta comarca ofrece muchas alternativas para el senderismo, la bicicleta o la espeleología. Pedaleando por el camino que lleva al Monte Arabí, montaña propicia para la fábula y la leyenda, se llega hasta las pinturas rupestres del Neolítico que decoran los abrigos del Canto de la Visera y Mediodía. Un sendero de gran recorrido, el GR7 que procede del Norte de España recorriendo el Levante y atraviesa la comarca.
Y por último tenemos que hablar de las Fiestas Patronales de la Virgen del Castillo, declaradas de Interés Turístico Nacional y de la Semana Santa y de las Fiestas de San Isidro, de Interés Turístico Regional.
La tradición histórica de los vinos de Yecla, que han obtenido multitud de premios nacionales e internacionales, unido a la modernización de sus bodegas, otorgan a sus tintos, blancos y rosados un carácter riguroso y a la vez creativo, que permite descubrir en ellos diferentes matices. Este tesoro nace de la interpretación que cada bodega realiza de la magia de la Monastrell sola o matizada en delicadas combinaciones con otras variedades para abrir una puerta a la excelencia, la creatividad y la vanguardia.