Fue en 1627 cuando los sajeños dieron sus votos a San Blas de celebrar ‘Desde ahora y para siempre’ la festividad del Santo para demostrar su devoción y agradecimiento por haberles liberado de una epidemia de ‘garrotillo’. En su origen la fiesta era sólo un acto religioso que se celebraba el día del Santo, 3 de febrero. Con la participación de todos los vecinos y acompañado de unas danza y de disparos de arcabuz en honor del
Santo (en la actualidad esta serie de actos se llevan a cabo en la festividad de San Sebastián.)
Pasado un tiempo, la fiesta había evolucionado ya de la siguiente manera: El día de la festividad del Santo, partían de la Iglesia de Ntra. Sra de la Asunción el estamento eclesiástico, los músicos y los milicianos ataviados uniformemente y con arcabuces hasta la Ermita de San Blas, situada a lo alto del pueblo. Una vez arriba se celebraba la Solemne Misa y tras ésta se procedía a la ‘Bajada del Santo’ hasta la Iglesia.
Después del mediodía, se procedía el ritual a la inversa, acompañado de todo el pueblo el Santo regresaba a su Ermita. En la primera mitad del Siglo XIX, las milicias habían evolucionado ya en las comparsas de Moros y Cristianos, que dan nombre a las fiestas.