Con tan solo cinco años, su padre debutó en el teatro. Años más tarde lo haría Begoña, de la mano de su padre y su madre. Dicen que “de casta le viene al galgo” o que “de tal palo tal astilla”; y así es, Begoña heredó de sus padres el amor y la pasión por el teatro. A los 28 años, el hobby de Begoña acabó convirtiéndose en una vocación y no dudó en hacer la maleta y trasladarse a Madrid, para formarse en una escuela profesional de interpretación.
Si algo nos enseña Begoña Tenés es, además de a ser grandes actrices y actores, que nunca es tarde para nada y que con esfuerzo e ilusión, se pueden alcanzar los sueños.