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Opinió Villena

“Cuestión de Solidaridad”, Gonzalo Trespaderne Arnaiz

CUESTIÓN DE SOLIDARIDAD

Preferiría no tener que pronunciarme en este foro sobre devaneos políticos, puesto que suelen dar lugar a disensiones o malestares que, por norma, pretendo evitar.

Pero el que traigo ahora a colación va más allá, porque atañe estrechamente al ámbito de la ética o la economía (hasta la doméstica). Además, uno tiene su orgullo, amor propio o como se quiera llamar y, cuando se lo tocan, pues algo tendrá que expresar.

Es el tema al que me refiero, de plena actualidad, la denominada “financiación singular” para Cataluña”, o el considerado por buena parte de la ciudadanía “concierto” o “cupo” catalán; dicho llanamente: el acuerdo al que han llegado o van a llegar el Gobierno central y sus socios en el Congreso y en el Parlament (principalmente, del partido ERC), a fin de que esa región no tenga que cumplir con el sistema de financiación autonómica recogido en la Constitución (artículos 156, 157 y 158). Se trata, en suma, de gozar del privilegio de quedarse con el 100% de los impuestos que recauda para, a partir de ahí, cubrir sus gastos y transferir al Estado la parte que estime adecuada en función de los servicios que le presta y de las necesidades que tengan otras comunidades menos favorecidas económicamente (habiendo anticipado que para esto segundo habrá un “techo” más bajo que el aceptado hasta ahora). Vaya por delante que respeto democráticamente, desde luego, las coaliciones para gobernar formadas a partir de las elecciones generales del 23 de julio de 2023 y de las autonómicas catalanas del 12 de mayo, al igual que los arreglos a los que lleguen, siempre que se ajusten a los ordenamientos jurídicos vigentes.

No entro en el análisis de si Cataluña da más o menos de que lo que recibe (depende de cómo se mire), ni al trapo de los 450.000 millones de la deuda histórica que, según los dirigentes independentistas tenemos con ese territorio (el mismo que durante el franquismo se vio favorecido más que ningún otro, al igual que las Vascongadas, con el proceso de industrialización que necesitaba nuestro país, o se benefició posteriormente, con el apoyo del resto, de la construcción de extraordinarios sistemas de infraestructuras que propiciaron, para empezar, la celebración de los juegos olímpicos de 1992).

Lo que voy a manifestar es algo muy sencillo: si después de todo lo que llevamos andado juntos, algunos catalanes estiman que no tienen por qué ser igual de solidarios que hasta ahora con el resto de comunidades autónomas españolas, entonces que no esperen que yo me “solidarice” con ellos a la hora de comprar buena parte de lo que producen. No me cabe duda de que, en general, son artículos de gran calidad y que va a causarme incomodo, esfuerzo o cierto déficit de satisfacción hallar otros que puedan sustituirlos en supermercados, farmacias, tiendas de ropa o textiles, etc.

Si sus representantes políticos les hacen “merecedores” (sin que produzca rechazo por parte del electorado) de más de lo que toca a andaluces, castellanos, valencianos, etc., rompiéndose así los pilares igualitarios que nos han sustentado hasta ahora, que no cuenten conmigo.

Buscaré en Google, cuando no lo sepa, “dónde está el domicilio social y fiscal de…”, y si lo hallo dentro de esa comunidad, lo sustituiré por lo que se genere o rinda cuentas en otra que contribuya más al progreso colectivo (o en Alemania u otros países europeos que aportan generosos fondos al desarrollo de los que tienen menos que ellos). Así, en vez de sentirme ofendido por algunas declaraciones que he escuchado últimamente, podré decirme: “de mi bolsillo, nada van a ganar”.

Por lo demás, opino que si quienes sentimos agravio por semejante asunto actuáramos de manera similar, esas ventajosas reivindicaciones o prebendas se difuminarían rápidamente (y, por extensión, puede que hasta los afanes por alcanzar la independencia a todos los efectos). Imagino que entonces, experimentadas las consecuencias, unos y otros nos encontraríamos en condiciones más propicias para poder avanzar mejor por la senda del diálogo, el entendimiento y la concordia.

Gonzalo Trespaderne Arnaiz


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