En su acogedora casa de Cañada, Carmen Camús, nacida en 1931 en la vecina Maliaño, recordó su infancia marcada por la adversidad en una emotiva entrevista. La muerte de su padre y la responsabilidad de su madre, Luisa, de cuidar a cuatro hijos sin recursos, llevaron a la familia a enfrentar tiempos difíciles, especialmente con el estallido de la Guerra Civil.
La guerra generó la necesidad de habilitar espacios para atender a los niños huérfanos, y uno de estos lugares fue el Hotel Real de Santander. Con la intención de brindar una mejor atención a su hija, Luisa decidió llevar a Carmen allí, aunque la niña no cumplía con el requisito de ser huérfana de guerra. Esto, sin embargo, permitió que la madre pudiera trabajar y mantener a su familia.
El 17 de febrero de 1937, cuando Carmen tenía solo seis años, un dispositivo recogió a todos los niños del hotel para ser trasladados a Rusia. Sin que su madre lo supiera, Carmen fue embarcada en un barco hacia un destino incierto. El viaje llevó a los pequeños a San Juan de Luz y, posteriormente, a Girona, antes de llegar a París.
En la capital francesa, un matrimonio español sin hijos, Juan José y Remedios, se enteró de que podían adoptar a uno de los niños. Así, Carmen encontró en ellos una nueva familia, lo que cambió su vida radicalmente.
Después de dos años en París, Carmen y sus adoptivos regresaron a Cañada, donde hicieron todo lo posible para que la niña pudiera reencontrarse con su madre biológica y sus hermanos. Con el tiempo, Carmen logró conocer a Luisa, así como a Antonia, Paco y José Luis, el más pequeño de sus hermanos.
Carmen se estableció en Cañada, donde formó su propia familia y tuvo a sus cuatro hijas. Posteriormente, se mudó a Banyeres de Mariola tras el traslado de su esposo, quien trabajaba para Iberdrola. Ahora, a sus 93 años, Carmen vive en Cañada, donde disfruta de un hogar sin escaleras que le proporciona mayor comodidad.
Carmen Camús es un símbolo de resiliencia y un recordatorio de cómo la vida puede cambiar en un instante. Su historia, marcada por la pérdida y la reencuentro, refleja la fortaleza del espíritu humano ante la adversidad.