POSVERDAD
Con motivo de los resultados de las elecciones del 5 de noviembre en EEUU, se está hablando quizá más que nunca del fenómeno de la desinformación. Los analistas políticos consideran que esta sería la principal causa de la contundente victoria de Donald Trump sobre Kamala Harris.
Al hilo de ello, advierten que las democracias de todo el mundo van a verse gravemente amenazadas en tiempos venideros.
De forma paralela, también parece escucharse con renovada fuerza la palabra posverdad.
Este neologismo hace referencia a una explicación de la realidad no a partir de datos objetivos, sino de otro tipo de información que apela a los sentimientos y las emociones.
Así, por ejemplo, se puede describir el problema de la inmigración en ese país mostrando informes sobre cómo repercute en el sistema sanitario, en la conflictividad social, etc. o proclamando, como hizo el candidato a la Presidencia de la Nación en el principal debate con su adversaria, que los haitianos se comen los gatos y las mascotas que encuentran por las calles de algunas ciudades americanas.
Cuando algo así se emite a través de la televisión o se repite infinitamente en las redes sociales (como puede ser X -anterior Twitter-, propiedad del magnate Elon Musk, amigo y asesor de Trump) el efecto es demoledor: una parte importante de la población termina creyendo a pies juntillas lo que no debería considerarse más que una patraña o falsedad.
En las anteriores elecciones en las que salió elegido Trump frente a Hillary Clinton, la máquina de producir posverdades funcionó. El encargado de engrasarla fue un tal Steve Bannon. Este experto en publicidad (dueño del imperio digital de fake news Breitbart ) supo vincular, de forma extraordinaria, determinados asuntos que estaban ocurriendo en su sociedad con instintos o elementos motivadores primarios del ser humano; por ejemplo: el aumento de la delincuencia con la necesidad de autoprotección o defensa propia (mejor, mediante el uso de armas de fuego amparado por su Constitución y la poderosa Asociación Nacional del rifle, la gran mayoría de cuyos miembros son ideológicamente afines al partido Republicano).
Nigel Farage logró algo parecido unos pocos meses antes en el referéndum en el que los británicos decidían su permanencia en la UE o el Brexit. Este líder nacionalista consiguió hacer viral la imagen de una larga cola de refugiados sirios en pleno éxodo hacia Eslovenia tomada un año antes. La acompañaba el siguiente texto: ”Punto de ruptura. La UE nos ha fallado a todos.
Debemos liberarnos de la UE y retomar el control de nuestras fronteras”. Solo le faltó añadir lo que sí se han atrevido a proclamar otros representantes de formaciones populistas: “Vienen a coger lo que es nuestro”. Pero no hizo falta. Ya sabemos el resultado.
Desde entonces hasta ahora, se ha visto fomentada una manera de hacer política en la que priman los argumentos falaces, la generación de miedos o temores y a veces hasta la descalificación barriobajera o el insulto frente al discurso racional. En los equipos dedicados a desarrollar las campañas ocupan un lugar principal personas expertas en técnicas de persuasión, y también de difusión de sus mensajes a través de redes sociales.
Si pensamos que estrategias así todavía no se han practicado en España, nos equivocamos. Se sabe que Bannon ha tenido contactos con algún máximo dirigente de nuestro arco parlamentario y que sus formaciones políticas contratan a agencias que utilizan Inteligencia artificial para crear perfiles falsos y plataformas que amplifican noticias fraudulentas hasta límites insospechados.
Está pasando con la tragedia de las últimas lluvias torrenciales en nuestro País. En lugar de potenciarse la información exhaustiva acerca de, por ejemplo, las actuaciones que los diferentes gobiernos de la
Comunidad valenciana han efectuado sobre la rambla del Pollo (el cauce en el que la acumulación de lluvias produjo los efectos más devastadores), o sobre la cantidad de edificaciones construidas en zonas inundables, en las pantallas que utilizamos a diario recibimos múltiples relatos del tipo “La directora general de Protección Civil y Emergencias, Virginia Barcones, se marchó a Brasil el mismo martes por la mañana después de que la alerta por riesgo de lluvias en la Comunidad Valenciana pasara de naranja a roja, el nivel máximo de peligrosidad” o “El día de la dana, durante las horas claves para mandar las alertas a la población, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, estuvo comiendo durante tres horas con la periodista Maribel Vilaplana”.
A partir de aquí, lo que debemos tener meridianamente claro es que, en caso de prestar más atención a consignas sensacionalistas que a documentos, artículos, etc. elaborados con profundidad por fuentes fiables, o siempre que nuestro sentido crítico se relaje, vamos a estar peligrosamente expuestos a mecanismos de manipulación insaciables y, así, cada vez más alejados de la verdad.
Gonzalo Trespaderne Arnaiz