Se llama Salek Saidi, tiene 21 años y es saharaui. Aunque, según la
expresión consagrada, tiene toda la vida por delante, ésta no será nunca más
como antes. Salek tiene su cuerpo totalmente quemado de cintura hacia
arriba. Su cara está destrozada y el único gesto que concede al raro
visitante es una mirada resignada. Pero no se queja. Como si la destrucción
de los tejidos de la mitad de su cuerpo (y en su parte más visible) fuera
una victoria, un sacrificio consentido por la causa. Salek Saidi es un
independentista saharaui, seguramente un simpatizante del Frente Polisario.
Ocurrió el 28 de mayo. A las dos de la madrugada, al salir de una boda en
una sala de fiestas de El Aaiún, Salek hizo lo que hacen muchos chicos de su
edad en el Sáhara Occidental: unirse a un grupo de jóvenes, corear eslóganes
a favor de la independencia del territorio en disputa y alzar alguna bandera
del Polisario. Según sus amigos, la concentración no fue más allá de una
alegre y menguada procesión callejera. Ningún edificio estatal o privado fue
atacado ni se provocó a las fuerzas del orden. «Además a esas horas no había
nadie en las calles», recalca Hammud Iguilid, responsable de la sección
local de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).
Eso no sirvió para nada. A los pocos minutos, las fuerzas del orden entre
las que se encontraban los GUS (Grupos Urbanos de Seguridad), una nueva y
aborrecida escuadra policial que tiene a su cuenta varias muertes de
ciudadanos, embistieron a la pequeña manifestación, la dispersaron y se
llevaron como trofeo de guerra a tres saharauis, uno de ellos Salek Saidi.
Según un comunicado difundido el día siguiente por el Colectivo de
Defensores Saharauis de Derechos Humanos, los tres chicos fueron trasladados
a la Comisaría Central de El Aaiún y «agredidos en los locales de la
policía». A las 9.00 horas, los entregaron a la Policía Judicial para ser
interrogados.
El incidente pudo haber terminado allí, en esa comisaría, donde los golpes e
insultos a los independentistas suelen ser la norma, pero sin que el asunto
fuera a mayores. Pero algo ocurrió en el local de la Policía Judicial.
Durante la mañana, los familiares de los detenidos, agolpados a la puerta de
la comisaría para conocer la suerte de sus hijos, vieron cómo una ambulancia
se presentó inopinadamente y salió pitando hacia el hospital.
Según lo que contaron luego los dos saharauis arrestados con Salek Saidi,
Malaainin Sargni y Hama Abih, que fueron posteriormente liberados sin
cargos, «la policía había quemado a Salek».
¿Qué pasó en el local de la Policía Judicial de El Aaiún? Según los
testimonios de testigos recogidos en la denuncia del padre de Salek, lo que
llevó al drama fue una mezcla de «chulería» policial y de criminal
irresponsabilidad. Durante el interrogatorio llevado a cabo por dos
oficiales de policía -un saharaui llamado Mulud Diraa y un colega marroquí
de nombre Aziz, apodado Tuhima-, Salek Saidi fue rociado con un líquido
inflamable y amenazado con prenderle fuego.
Lo que pasó luego es una incógnita, pero el resultado fue que Salek ardió
como una antorcha. Frente a sus gritos de terror y de dolor un oficial de
policía, un tal Hamid Bahri, del que no se sabe si participaba en el
interrogatorio, se abalanzó sobre el saharaui para apagar el fuego y terminó
quemándose los dos brazos. Salek Saidi fue inmediatamente llevado a
urgencias del hospital de El Aaiún, y ante la gravedad de sus quemaduras,
transportado por avión a la sección destinada a los miembros de las fuerzas
del orden en el hospital Ibn Rochd de Casablanca. Para no tener que explicar
cómo un detenido había sido quemado en las dependencias policiales, las
autoridades marroquíes, secundadas por una parte de la prensa oficialista,
intentaron camuflar la tragedia explicando con un aplomo increíble que el
oficial Hamid Bahri había sido víctima de una tentativa de agresión por
parte de… Salek Saidi.
La versión oficial no explicaba cómo un hombre que estaba esposado, en
situación de arresto y que, como lo exigen las reglas, había sido cacheado
varias veces, pudo haber podido transportar y agredir a alguien con un bote
de líquido inflamable. El escándalo estaba servido, pero como ocurre con los
incidentes que conciernen al Sáhara Occidental, el silencio informativo se
impuso en la prensa oficialista marroquí.
Y la independiente, seguramente por miedo a una manipulación del Polisario,
no recogió la noticia. El asunto se diluyó, como la querella presentada por
el padre del joven ante la fiscalía de El Aaiún. Hace unos días Salek Saidi
volvió a su casa en el barrio Al Hajari de El Aaiún.
Las autoridades marroquíes hicieron el gesto de transportarlo por avión de
Casablanca hasta el humilde domicilio de sus padres. Hasta hoy no se ha
presentado ninguna querella contra él por la supuesta agresión contra el
funcionario Hamid Bahri. Esta dudosa benevolencia esconde la falta de
diligencias abiertas contra los dos policías que interrogaron al joven. En
una foto difundida por su voluntarioso comité de apoyo se puede ver al que
ya es apodado por sus compañeros El Quemado de El Aaiún haciendo el signo de
la victoria. Pero Salek no sonríe.