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El Campello

El segundo gran desfile de las fiestas de El Campello se interrumpe para celebrar en mitad del circuito las bodas de plata de los capitanes del bando cristiano

Celebrar 25 años de matrimonio es algo habitual si la relación se mantiene pasado ese tiempo. Hacerlo en mitad de la avenida principal de tu pueblo, parando uno de los más importantes y esperados desfiles de las fiestas patronales, frente a la tribuna de autoridades, delante de más de mil personas que se preguntaban qué pasaba allí, con 240 músicos alertados y atentos para aportar su granito de arena con una marcha cristiana como colofón, con todas las fuerzas vivas del municipio presentes, retransmitiéndose en directo por televisión y, además, sin que ella supiera nada… ya no es tan normal.

 

Y eso fue exactamente lo que ocurrió anoche en El Campello, cuando los capitanes del bando cristiano, que cerraban a pie la entrada mora-cristiana, se casaron oficialmente por segunda vez y celebraron sus bodas de plata tan a lo grande que pasarán a la historia local por ello. Y ella no sabía nada.

No fue un “pensat i fet”, que decimos por aquí. Hubo mucha premeditación y alevosía, y estaba todo convenientemente preparado para que el acontecimiento resultara algo diferente, divertido, entrañable, lleno de frescura y cariño, con la necesaria complicidad de muy poca gente.

Y ella no sabía nada.

Debía parecer algo espontáneo, pero fue tan real y oficial como cualquier otro enlace, y por tanto ya está registrado en los archivos municipales.

Y ella no sabía nada.

Hace semanas, el capitán cristiano, Antonio R. Moñinos Baeza, le planteó al alcalde, Juanjo Berenguer, la posibilidad de celebrar la renovación de los votos matrimoniales con su esposa de esa forma tan original. El primer edil, que actúa de fedatario oficial y maestro de ceremonias en numerosas ocasiones a lo largo del año, no lo dudó ni un instante. El Ayuntamiento preparó el expediente, dispuso megafonía portátil y desplazó hasta la tribuna el Código Civil.

Y ella no sabía nada.

Ella, Alejandra Villaplana i Brotons, en su principal papel de capitana cristiana, saludaba a diestro y siniestro mientras desfilaba la comitiva festera ante la tribuna con las autoridades e invitados puestos en pie cuando, de repente, la banda de música paró en seco y dejaron de sonar los instrumentos. Su marido y capitán, Antonio, se adelantó un poco, se dio media vuelta, hincó rodilla en tierra ante ella, abrió la cajita con los consabidos anillos y le pidió volver a casarse, allí mismo y en ese momento.

Y ella se enteró entonces, como el resto de la gente.

Fue en ese momento cuando entró en escena Marta, una de las hijas del matrimonio, que también estaba en el ajo, para leer emocionada una reflexión quizás atribuible a Oly Sawyer: “Enamórate de alguien que te ame, que te valore, te comprenda… De alguien que camine a tu lado y que sueñe contigo… Enamórate de alguien que te haga sentir que el amor es bonito, no difícil”.

Cientos de móviles se activaron para captar el acontecimiento social, la televisión retransmitía todo en directo, el alcalde relató los preceptivos artículos del Código Civil de obligada lectura en estos casos, y ella y él dijeron aquello de “sí, consiento”, sellando su unión con un beso del que ya tiene copia la mayor parte del pueblo.

Antonio y Alejandra forman una pareja muy conocida en El Campello, donde regentan la archiconocida “Floristería Tere”, sita en la misma avenida de la Generalitat en la que anoche celebraron sus bodas de plata. Se dijeron el “sí, quiero” hace 25 años. Y dos números más a destacar: hace 40 años que se inauguró el negocio familiar, y hace también 40 años que se fundó la comparsa de la que forman parte: Los Marinos.


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