LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR
Quizás lo más me enorgullece como padre-educador de mi hijo e hija junto a mi mujer, dejando a un lado los valores que hemos sido capaces de inculcarles, es haberles apuntado desde críos a practicar un deporte. Más incluso que su rendimiento en el instituto o el que vayan a aprender música por las tardes (cosa que también consideramos un enorme valor añadido a su formación), además de reforzar, inglés, francés o matemáticas. Han ido probando kárate, tenis, fútbol, atletismo… y al final se han inclinado por el baloncesto.
También podría sido voley, bádminton, balonmano… da lo mismo.
Hace algunos años, al salir de clase a las cinco, si el tiempo lo permitía (aun en invierno), era muy bonito verles en el patio o en el parque, con los amiguillos y las amiguillas, merendar, jugar a pillarse, correr detrás de una pelota o echar unas canicas. Pero llegó la jornada escolar continua y eso se perdió. Entonces hubo que pensar en extraescolares para ocupar la tarde alejados de la tele u otras pantallas más adictivas que fueron apareciendo en nuestras vidas (de las que hablé hace unos días). Ahora, La tentación del móvil o Netflix sigue ahí después de comer, pero la esquivamos con las mencionadas ocupaciones (u otras como el baile hace algún tiempo).
De todas, la que lleva aparejado tener que ir a entrenar tres días por semana al pabellón, competir el sábado o el domingo, y comentar luego los detalles hasta el viernes siguiente, ya digo que me parece la mejor. No solo por lo que les aleja de los citados malos hábitos u otros que pueden empezar a aparecer a esa edad si estás demasiado tiempo en la calle o en algún sitio donde no te ven los padres o las madres (como el consumo de tabaco u otras sustancias y las incursiones en el mundo de las apuestas deportivas o juegos online), sino porque les mueve a realizar ejercicio físico (tendiendo a cuidar lo que comen o descansan), relacionarse socialmente con el resto de componentes del equipo, luchar en buena lid (chocándose la mano al final con quienes han sido rivales, y a veces, después de la ducha, siguiéndose por Instagram), sufrir cuando toca sufrir, celebrar las victorias y, sobre todo, potenciar el espíritu del esfuerzo y el afán de superación.
Por lo demás, si en casa hemos disfrutado mucho de los primeros años del niño en la Fundación Deportiva Municipal (con los partidos en el patio de Salesianos) y en el club V-74, más entusiasmados estamos con las proezas siguiendo la misma estela de la niña. Porque ella apenas sabía botar bien o tirar a canasta y ahora, con el buen trabajo llevado a cabo por los entrenadores que ha tenido sucesivamente, maravilla verla darlo todo con las demás. Un precioso ejemplo de entrega apasionada que hace que las familias no cambiemos una escapada de fin de semana por un madrugón para ir en autobús donde toque y terminar aplaudiéndolas a rabiar por haber perdido solo de seis contra las primeras. ¡Ojalá les dure esta afición, hasta que la cambien por otra parecida, y que a todos los chicos y chicas de su edad no les falte nunca una similar!
Gonzalo Trespaderne.