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Investigadores de la UPV lideran un estudio que permite atenuar la alternancia de cosechas en cítricos

La alternancia de cosechas es un fenómeno que afecta a un gran número de las variedades de cítricos más cotizadas. A nivel mundial, provoca unas pérdidas anuales que se estiman del orden de 20.000 millones de euros.

Ahora, un equipo de la Universitat Politècnica de València (UPV) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) y la Universidad de Durham (Reino Unido), ha descubierto cómo un árbol, después de un año sin florecer por efecto de una elevada cosecha, genera nuevas yemas que ya no tienen ese impedimento y pueden volver a florecer. Basándose en ello, han puesto a punto una técnica de poda mecánica que permite reducir esta alternancia, aumentando así la productividad de las parcelas.

 

En su estudio, han trabajado con dos variedades de mandarina: la Nadorcott y la Moncada -ambas muy alternantes- y, en un periodo de cinco años, han conseguido aumentar la cosecha un 25%. Y lo que proponen es “relativamente sencillo”: podar cuando empiece la floración, eliminando así flores en lugar de frutos.

Esta propuesta es fruto de quince años de trabajo, cuyos resultados han sido publicados a lo largo de este tiempo en diferentes revistas internacionales. El más reciente fue el pasado mes de agosto en la revista New Phytologist, una de las más importantes internacionalmente en el campo de la Fisiología Vegetal.

 

Por qué no florece, cómo se recupera y poda

 

“En las variedades alternantes, un árbol, después de un año de mucha producción, reduce notablemente la floración y, con ello, la cosecha siguiente – incluso en algunas de ellas, puede llegar casi a cero. Esta falta de cosecha permite que al año siguiente el árbol vuelva a florecer y a producir, y así sucesivamente, dando cosecha sólo uno de cada dos años. Esto es lo que conocemos como alternancia de cosechas. Actualmente, este fenómeno no se puede superar, ya que está controlado genéticamente, pero sí es posible atenuarlo. Para ello es necesario tener un conocimiento profundo del proceso de la floración y de la influencia del fruto en el mismo”, apunta Manuel Agustí, catedrático de la UPV y miembro del Instituto Agroforestal Mediterráneo de esta universidad.

 

Hace un par de años, el equipo de la UPV, CSIC, IVIA y la Universidad de Durham descubrió por qué el árbol no florece cuando hay frutos. En su estudio, determinó el mecanismo epigenético por el que el fruto inhibe la floración en los cítricos -hallaron el gen responsable de esta represión en las hojas -es el CcMADS19- y cómo se regula. Ahora, han demostrado cómo el árbol al año siguiente recupera su capacidad de florecer: cuando la yema brota, el nuevo brote desactiva el gen inhibidor y resetea o reinicia la capacidad de florecer.

 

La poda puede atenuar los efectos de la alternancia de cosechas

 

“Por eso, la brotación vegetativa es tan importante, porque todas las yemas que se forman en el nuevo brote ya no están afectadas por el fruto y recuperan su capacidad de florecer. Cómo ocurre esto es lo que hemos demostrado en nuestro artículo publicado recientemente. La importancia de este descubrimiento radica en que si somos capaces de provocar la brotación antes del periodo de inducción floral, las hojas nuevas podrán recibir la señal inductora y sus yemas (también nuevas) ya no tendrán el impedimento para florecer. Y es ahí donde proponemos un método de poda mecánica, ajustando la altura y profundidad del corte, con el objetivo de que se queden flores del año y, al mismo tiempo, provocar nuevos brotes que sí que acabarán produciendo fruto. En resumen, esta técnica lo que hace es adelantar la brotación en verano, en lugar de la primavera del año siguiente, acortando así los plazos y atenuando por tanto la alternancia”, añade Carlos Mesejo, Profesor Titular y miembro también del Instituto Agroforestal Mediterráneo de la Universitat Politècnica de València.

 

140 millones de toneladas de cítricos en el mundo

Actualmente, en todo el mundo se producen unos 140 millones de toneladas de cítricos –ocho de ellos, en España. Muchas de las variedades comercializadas más apreciadas se ven afectadas por la alternancia, de ahí la importancia de estos trabajos, dos de ciencia básica y otro de ciencia aplicada, que abren el camino para reducir este fenómeno e incrementar así el rendimiento del sector citrícola.

 

“Su eficacia en otras variedades distintas a las de nuestro estudio, con distintos hábitos de cuajado, de vigor, etc., debe ser evaluada, ya que no era el objeto de nuestro trabajo, que sólo perseguía fundamentar el proceso y abrir una vía para acabar con uno de los grandes problemas de la Citricultura”.

 

Las pruebas se llevaron a cabo en parcelas experimentales del IVIA y en campos particulares de agricultores de la Comunitat Valenciana y Andalucía.

 


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