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Lugares maravillosos, artículo de opinión de Gonzalo Trespaderne

LUGARES MARAVILLOSOS.

Cuando he preguntado a experimentados viajeros cuál les parece que es el sitio paisajísticamente más bello del planeta, muchos coinciden en señalar el Gran Cañón del río Colorado.

Por eso, fiel a mi consigna de gastar parte del dinero ahorrado en viajar cuando se pueda, no dejándolo para más a delante (que igual el cuerpo ya no aguanta tanto trote), en familia, hace algún tiempo proyectamos ir este agosto a la Costa Oeste de los EEUU al objeto de visitar ese emblemático enclave y otros cercanos como Monument Valley, Antelope Canyon o la Curva de la Herradura. Además, aprovechando la estancia allí, conoceremos ciudades como Los Ángeles, San Francisco o Las Vegas.

Imagino que, a la vuelta, todas las labores preparatorias y el desembolso económico, así como el esfuerzo físico y “mental” durante el periplo, habrán merecido la pena. Presiento también que tendremos que vérnoslas con algún que otro contratiempo… esperemos que no sea grave.

Sin embargo, lo que constatado una vez más recientemente es que no hace falta irse tan lejos para gozar de enclaves excepcionales, porque aquí en la Península los tenemos por doquier. Esta semana, por ejemplo, he ido nuevamente a los Pirineos. Una escapada de tan solo un par de días organizada en un tris tras. El primero de ellos, con salida temprana de Briviesca para estar a las 11 en Torla.

Allí, aparcamiento junto al centro de recepción de visitantes, autobús hasta la pradera de Ordesa y, acto seguido, Senda de los Cazadores y Faja Pelay hasta la cascada de Cola de Caballo, con chapuzón en la poza antes de retornar por camino sombreado junto al río con hayas y grandes coníferas. Después, en Escarrilla, buena cena en una terraza tranquila y a dormir en un hostal con encanto.

La segunda jornada, cuatro kilómetros en coche hasta la Estación de Formigal y, desde la zona de remontes ahora sin nieve, subida de tres horillas al lago de Anayet a través de un barranco de postal con las grandes cumbres como el Aneto a la espalda. Después, foto en el Portalet (linde con Francia), carne a la brasa, trucha, ensalada, pan, bebida, postre o café en restaurante de los de antes, y baño en la piscina de la localidad para refrescar.

Todo, incluido el combustible para el desplazamiento, por poco más de 200 euros.
Lo mejor es que la aventura ha sido con mi hijo. Huelga decir más. Hubiéramos querido que estuvieran también su madre y su hermana.

Pero como la mayor anda con la rodilla un poco tocada y la pequeña quiere asistir a conciertos que tiene programados este mes, pues habrá que esperar a otra similar el próximo verano. Será, probablemente, a Picos de Europa (dejamos un regreso a Sierra Nevada para la próxima), con excursión al desfiladero de la Hermida, entrada a la Ermita de Santo Toribio de Liébana, teleférico en Fuente Dé para acceder a los Puertos de Áliva…

E igualmente, seguiremos disfrutando de las vacaciones en nuestras playas, en el pueblo, dando paseos por las afueras, los llanos y montes, o sentándonos a contemplar el atardecer en algún punto que nos produzca gratos recuerdos o pensamientos.

Gonzalo Trespaderne Arnaiz


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