Una pequeña reflexión sobre los medios de comunicación como profesión imprescindible, y sobre la necesidad ciudadana de construir un espíritu crítico hacia las noticias y las redes sociales.
Es imprescindible para la democracia tener medios de comunicación rigurosos, así como redes sociales con mecanismos más transparentes, en tiempos de desinformación y de proliferación de “fake news”. Es necesario como sociedad vivir conectados a la información periodística contrastada, además de educarnos en una actitud crítica hacia todo lo publicado. Aunque existen medios más rigurosos, en los que información y opinión se diferencian con claridad, la independencia o neutralidad no existe. Además de las legítimas líneas editoriales, la parcialidad emerge en función de qué se selecciona como cabecera, qué asuntos tienen protagonismo, y qué otros son residuales o ignorados. Es habitual, sobre todo a nivel nacional, que realidades noticiables por su relevancia social, queden en un segundo plano, escondidas o empañadas por asuntos más populistas, por las audiencias o por lo que establecen los patrocinadores. Importante educarnos en descifrar en qué se pone el foco y cómo se traslada una noticia.
Hoy me gustaría despertarme con la noticia importante de las dificultades de millones de jóvenes para acceder a la vivienda. Un 83% de ellos no puede emanciparse. La especulación, los fondos buitre, los precios de las hipotecas y los alquileres son un tema de primera magnitud, pero muchos medios, la publicidad y también políticos conservadores, ponen el foco en la okupación. Un fenómeno residual, con las tasas más bajas en los últimos años. Los titulares y declaraciones del mundo conservador ponen el foco en la inmigración ilegal, vendiendo ésta como invasión, cargando tintas de manera infame y desde el odio contra quienes se juegan la vida en el mar. Pero muy pocas alusiones sobre las mafias, sobre nuestro actual colonialismo económico o sobre la riqueza que aportan a nuestra sociedad. Según la Universidad Politécnica de Cartagena, “Los inmigrantes aportan al Estado un 70% más de lo que perciben y un 30% más que los nacidos en España”. Poco se pone el foco sobre esa otra inmigración turística. Ese turismo masivo, este año de 95.000 millones en España, que está reventando los precios de las viviendas, vaciando barrios de su vecindad habitual, despersonalizando ciudades emblemáticas y dejando una fuerte huella de carbono. Hoy también me gustaría desayunarme con el titular sobre sanciones implacables a Israel, tal y como hemos hecho con Rusia. Eurovisión, Olimpiadas, Vueltas Ciclistas etc, han permitido la presencia de Israel, blanqueando a un país genocida, que está generando una masacre en Gaza con más de 45.000 muertos civiles a sus espaldas. Doble rasero, con un silencio mediático clamoroso y una complicidad institucional indigna.
Centrándonos en lo local, y salvando mucho las distancias, también vivimos un problema de foco social y titulares. Estos días ha sido masiva la movilización social, los ríos de tinta y la actividad en las redes sobre el tema “tribunas de fiestas”. En la mayoría de círculos sociales, comidas familiares y tertulias de salón, el tema tribuna ha sido “trending topic”: el derecho incontestable a acceder a una de ellas; los procedimientos supuestamente turbulentos en el proceso de asignación; los presuntos favoritismos; la incompetencia de la organización y los “cutres” sistemas informáticos; las pequeñas corruptelas para acceder y la reventa de quienes se han hecho con varias tribunas. La presencia de dicha indignación social en medios, redes, escritos, artículos de opinión etc, ha sido de una desproporción inusual. El sentimiento de ofensa social por una “respetable tribuna” ha sido tan exagerado, que en mi opinión esconde y quita el foco a otras realidades más feas de nuestro municipio. Por ejemplo, la de una corrida de toros en un espacio público, en la que se van a torturar a 6 animales.
La corrida de toros, es un evento impuesto a nuestra ciudad por una empresa privada, con la protección de una arcaica ley nacional 18/2013, y con el beneplácito de Psoe, PP y Vox. No es un asunto menor convertir un espacio público en un lugar de espectáculo para la tortura de unos toros y el enriquecimiento con ello de una empresa. Un acto que, más allá de la muerte inocente de 6 animales, refleja la falta de empatía y compasión de un colectivo, que en nombre de una torticera libertad, come, bebe, baila y aplaude, mientras dichos animales son humillados y devastados. Un esperpento “tradicional”, que incluso se abre a la asistencia de menores, contraviniendo “Villena ciudad de la infancia”, e inculcando valores de violencia y de no respeto a otros seres vivos. No es un asunto menor, cuando incluso se asocia dicho cartel anunciador a nuestras queridas Fiestas de Moros y Cristianos y a la patrona de la ciudad. Qué tendrá que ver unas fiestas basadas en la convivencia, la música, la belleza de sus desfiles y el fervor religioso a la Virgen de las Virtudes, con un acto sangriento. Y algo grave que se soslaya y socava la democracia. Los municipios de España, en base a dicha normativa nacional que protege la tauromaquia, ha perdido la capacidad para poder elegir “libremente” el tipo de ocio y cultura que desea implantar. Tenemos a miembros del anterior equipo verde en los tribunales por no ceder la plaza para toros. Tenemos a miles de municipios españoles que no desean corridas de toros, pero que por miedo a ser acusados de prevaricación, tienen que acceder a dichos eventos repugnantes. Incluso obligando a las corporaciones a presidir las mismas por imperativo legal. La última en Ondara. Podemos decir con rotundidad, que la democracia está secuestrada en este ámbito cultural, no pudiendo un municipio elegir de modo autónomo si prefiere un modelo de fiesta sangrienta, u otro basado en una diversión respetuosa con la vida.
Hoy he amanecido con la esperanza de ver un titular veraz que rezara: “Las corridas de toros se cancelan”. Y que esto fuera el reflejo, no sólo de un cambio normativo, sino de la evolución de una sociedad civilizada que camina hacia una cultura de no violencia, y de empatía con su ciudadanía y con otros seres sintientes.
Jesús Hernández Francés