Con este comentario acabo, por el momento, la terna de reflexiones acerca de la Educación a la que me he dedicado en estas últimas semanas. Espero poder completarla mediante la tertulia que tendré próximamente con mi amigo David Lucio en el programa Fuera de Foco en Radio Briviesca (de la que ofreceremos un podcast cuando se haya emitido). Va a ser un poco más largo de lo habitual, y eso que he pretendido sintetizar al máximo. Espero que no se os haga pesado.
Comencemos con un dato relevante: España es el segundo país de la Unión Europea con peores cifras de abandono escolar temprano. Según el último informe de Eurostat, en 2020 el 16% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no habían completado la enseñanza secundaria: un porcentaje en el que solo nos supera Malta, con un 16,7%. La media de los países comunitarios fue de un 9,9%.
La nueva Ley Orgánica que regirá nuestro sistema educativo a partir del próximo curso (LOMLOE) tiene como principal objetivo reducir esa cifra. Algunas de las directrices orientadas a tal fin son las que recoge el Real Decreto 984/2021, de 16 de noviembre, por el que se regulan la evaluación y la promoción. Entre ellas, destacan las que establecen que la repetición será un hecho excepcional (que solo podrá aplicarse después de haber adoptado todas medidas de refuerzo y apoyo que se consideren oportunas), y que podrá obtener el título de ESO el alumnado que, habiendo finalizado 4º con evaluación negativa en una o más materias, haya alcanzado, a juicio del equipo docente, las competencias básicas y los objetivos de la etapa.
Buena parte del colectivo del profesorado está en contra de estos cambios. El principal argumento es que no favorecen la cultura del esfuerzo. En mi opinión, hay casos en los que, efectivamente, el alumnado pone lo que puede de su parte y, si se le ofrece un plan de reforzamiento personalizado y ayuda a titular, cabe esperar que siga adelante y tenga éxito eligiendo un itinerario adecuado a sus capacidades. Pero también hay otros en los que no está tan claro que pasando de curso experimente un avance, sino que posiblemente se quede más rezagado y sin la base necesaria para poder evolucionar.
Otras orientaciones de la nueva ley tienen que ver con la disminución de contenidos, la mejora de las habilidades y el mantenimiento de una amplia optatividad en cuanto a asignaturas. Yo, estoy de acuerdo en que tener que aprenderse el nombre de los grupos de invertebrados en Biología de 1º de la ESO no sea realmente necesario. Creo que le va a venir mejor que aprenda a seleccionar información sobre cualquier tema, redactarla o exponerla adecuadamente hablando o por escrito. Pero también tengo claro que hay conocimientos elementales que deben memorizarse y no olvidarse, porque son como los cimientos o las estructuras sobre las cuales se puede luego construir todos los demás. Y en lo que atañe a la posibilidad de elegir distintas materias más allá de las instrumentales, me parece estupendo siempre y cuando sirvan para complementar los itinerarios escogidos. Pero si no son realmente sustanciosas, o se adoptan para optimizar las plantillas de profesorado disponible en cada centro, en mi opinión suponen una pérdida de horas que se podrían aprovechar mejor para consolidar o ampliar lo que se considere más apropiado en cada etapa.
Estos asuntos son de importancia fundamental. Pero, por lo pronto, no voy a detenerme a profundizar en ellos. Antes, me interesa pasar mostrar otros aspectos generales de nuestro sistema educativo sobre los que creo que debemos pensar más detenidamente en este momento de tránsito (con mayor trascendencia, si cabe, por la crisis que ha producido la pandemia de COVID-19). Vaya por delante que mi planteamiento es bastante superficial. Habría que realizar un análisis más detallado. Son solo unas pinceladas que me atrevo a dar a partir de lo que he observado en los 25 años que llevo dedicándome a la docencia, junto a lo que he podido investigar.
El primero de ellos tiene que ver con la sucesión de Leyes Orgánicas reguladoras que ha tenido lugar en nuestro país desde 1980 (LOECE, LODE, LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE): el doble que las que han implantado los grandes países europeos. A nadie se le escapa que prácticamente todas han sido motivadas por los cambios gobierno que han ido produciéndose, de modo que les es atribuible cierto componente ideológico. El mayor problema que ello acarrea es la falta de recorrido que ha habido para desarrollarlas debidamente. Los profesionales de la enseñanza hemos tenido que dedicar infinidad de horas a “reciclarnos”, a programar y reprogramar, en lugar de emplearlas en preparar mejor nuestras clases, revisar tareas o llevar a cabo procesos de evaluación más pormenorizados, y procurar una atención más individualizada…
Paralelamente, han ido entrando en escena nuevas metodologías y tecnologías sin duda interesantes e innovadoras; pero también es constatable que se han aplicado sin la planificación adecuada. Un ejemplo es el sistema de aprendizaje por ámbitos en 1º de la ESO. En la Comunidad Valenciana, hubo que introducirlo para intentar paliar algunos déficits causados por el confinamiento entre marzo y junio de 2020. Los compañeros y compañeras de mi centro tuvieron que coordinarse y habilitarse durante los meses de verano. A día de hoy, la impresión existente es que aún queda mucho que aprender y practicar para que produzca los resultados deseados.
Esto nos lleva a otro asunto crucial: la formación del profesorado. No basta con proponer planes para llevarla a cabo a través de algún curso o seminario al que se asiste esporádicamente. Tampoco con dedicar algunos ratos que queden libres por las tardes, los fines de semana o los períodos vacacionales. Implementar, por ejemplo, un Aprendizaje basado en proyectos correctamente es algo que requiere mucha más preparación. Lo mismo que sacar el máximo rendimiento a un carrito de tablets o a los ordenadores con los que se equipa a los centros. Si no, se corre el riesgo de utilizarlos para ver un pdf, buscar información en Internet de forma peregrina… Y en este punto volvemos a lo expuesto en anteriores ocasiones: son herramientas muy útiles si sabemos usarlas; de lo contrario, se pueden volver en nuestra contra.
Todo lo anterior está generando desmotivación en el personal docente. A esto hay que unirle que los mecanismos de selección quizás no sean todo lo adecuados que cabría esperar. Cuando estuve en un tribunal de oposiciones hace tres años, comprobé que había aspirantes que con un 5, por los servicios prestados como interinos, obtenían plaza fija, mientras que jóvenes con una mayor cualificación se iban a quedar sin ella por no haber empezado aún a trabajar. Ahora no voy a entrar en el debate de hasta qué punto hay que valorar positivamente los años que una persona lleva trabajando para la administración. Pero sí diré que se podrían habilitar empleos con distintos perfiles, ya que puede haber profesorado cuyos conocimientos le permitan ser muy solvente en determinados niveles, mientras que para aplicar estrategias educativas vanguardistas con alumnado de menor edad se requieren otras habilidades que seguramente aportarán mejor las nuevas promociones de graduados/as.
En tercer lugar, considero que lo que más puede dificultar la labor educadora es tener que trabajar con alumnado que se siente obligado y que no manifiesta ningún interés por cursar los estudios propios de la ESO. A mi entender, la solución entonces pasa por habilitar más programas de cualificación profesional. La experiencia me dice que hay alumnado que aborrece la enseñanza de carácter, digamos, más “teórico”, pero que está dispuesto a acometer aprendizajes más “prácticos”.
Por lo demás, no creo que otro problema sea tanto el presupuesto que se destina a Educación, cuanto la ratio (número de chicos y chicas por aula). Porque yo puedo dar clase hasta con 40 alumnos siempre que se muestren receptivos o participativos; pero a la hora de corregir los ejercicios que encomiendo, no podré ser igual de exhaustivo si solo tengo la mitad, ni atender con la misma calidad a la diversidad. Y al hilo de lo que acabo de mencionar sobre la actitud del alumnado, me gustaría añadir que aquí no tenemos esa “cultura del silencio” que tienen otros países de nuestro entorno. Esto hace que se nos vayan muchos minutos al cabo de los meses mandando callar a esta pareja o a este grupo o al otro para poder continuar…
En fin, que queda mucho por repensar y por hacer. Paso a paso, sin pretender atajos o actuar a la ligera. Sería del todo conveniente lograr un pacto de Estado que garantice estabilidad para las medidas que se acuerde impulsar de cara a los próximos años. Luego, las autoridades en materia educativa tienen que informarse bien de cuál es la realidad con la que se brega semana tras semana en cada colegio e instituto, y actuar en consecuencia. Después, toda la comunidad debe unirse a la causa. Sabemos todo lo que está en juego.
Y paro ya. Que toca ir cerrando el trimestre y descansar un poco para coger con renovada energía el próximo. Pero no me despido sin antes desearos que paséis unas agradables fiestas navideñas. Besos y abrazos.